Cuando el éxito se construye en familia
{mb_sdlf_jugador_SDLF-jugador_frase-destacada}El apoyo incondicional de sus padres fue clave para que David Soria pudiera llegar a lo más alto.
“De mayor quiero ser futbolista”. Eso es lo que dice un niño de cada cinco al ser preguntado por su futuro trabajo. Según un estudio de Adecco, ser jugador profesional es -con mucha diferencia- la opción más deseada por los jóvenes de entre 4 y 16 años. Querer dedicarse al fútbol es, pues, lo normal. Es lo que todo el mundo quiere hacer. Por eso ningún padre se asusta cuando su hijo de 10 años le dice que quiere dedicarse a este deporte. ¿Pero qué pasa cuando el hijo en cuestión ya tiene 16 o 18 años?
“Hubo momentos en los que lo pasamos muy mal”, recuerda Rafael Soria, una vida dedicada al trabajo -antes funcionario, luego gestor de un bar- y a la familia. Esto último incluía llevar al pequeño David a decenas de campos de fútbol para que pudiera entrenarse, seguir cursos, probar para equipos… Ese niño tiene hoy 27 años, es el portero titular del Getafe y tiene en su palmarés una Europa League conquistada como protagonista en el campo. Tanto él como su padre saben lo mucho que le costó llegar tan lejos.
“Como padres lo vivíamos mal, porque veíamos que David no acababa de asentarse en ningún equipo”, explica Rafael en alusión a la etapa más difícil de la carrera de su hijo. “Tenía 18 años, no estaba trabajando y no hacía otra cosa que entrenar. El futuro no pintaba bien: cuando te quedas sin equipo con esa edad, parece imposible poder llegar arriba. Pero como familia no dejamos de apoyarle ni un solo segundo. Yo veía que algo tenía”.
“COmo padres lo vivíamos mal; CON 18 años david no hacía otra cosa que entrenar, pero ni tenía equipo”
Eso mismo le habían dicho en Marcet algunos años antes, cuando David tenía 13. “Siempre hacíamos todo lo que estaba en nuestras manos para apoyarle. Ese verano decidimos llevarle a los intensivos Marcet porque se oía hablar muy bien de esa academia, sobre todo en lo que a porteros se refería. David tenía mucha ilusión por ir y al final nos llevamos un buen recuerdo de esa experiencia. Tommy N’Kono fue uno de sus profesores… Y ese verano también coincidió con Olíver Torres como alumno. En el informe final, los técnicos de Marcet nos aseguraron que David podía llegar a dónde quisiera. Veían que apuntaba alto, y no se equivocaban“.
Sin embargo, el camino hacia el éxito no fue tan directo como el hoy guardameta del Getafe y su familia hubieran querido. Al estar sin equipo, David buscó suerte en Inglaterra, donde llegó a probar para equipos como Birmingham, Stoke City, Leicester… Hasta que una lesión hizo que empezara el “peor” momento de su carrera. Sin poder entrenar y sin ningún equipo que le estuviera esperando, el portero madrileño bien podía haberse hundido. Pero no lo hizo. Y nunca lo había hecho.
“La pasión por el fútbol corría en sus venas desde pequeño”, recuerda Rafael. “Empezó a jugar en el colegio, y siempre se ponía en la portería. Así empezó la cosa. Y luego fue poco a poco… Hasta Infantil y Cadete fue un ir de menos a más. Luego fue cuando la cosa se complicó. Se quedó sin ficha y empezó a probar en varios equipos, pero la cosa no salía. En esa situación nunca me habría imaginado que llegaría a dónde ha llegado. David insistió, insistió e insistió… Hasta que le tocó el premio”.
La constancia del joven arquero se vio recompensada cuando recibió una llamada desde el Sevilla. Su padre le acompañó a probar por el equipo de Nervión y la pesadilla se transformó en sueño. “No sé cómo explicar lo que sentí”, recuerda Rafael. “No me lo creía. La emoción en ese momento fue increíble. Fue para llorar. No sabía por dónde cogerlo…”
“cuando el sevilla le fichó fue para llorar. no sabía por dónde cogerlo… fue una sensación increíble”
Quién sí supo coger el toro por los cuernos fue el propio David. Por fin tenía equipo… ¡Y qué equipo! Aunque, como es normal, le tocó empezar desde lo más bajo. La temporada 2015-16 fue clave. El guardameta madrileño empezó jugando en Tercera División con el filial del Sevilla y acabó el año levantando toda una Europa League tras superar al Liverpool en la final de Basilea.
Fue la recompensa a años de sacrificios. “Su actitud siempre fue positiva”, explica Rafael. “David Siempre lo dio todo. Siempre quería entrenarse pese al frío o a lo que fuera. Siempre se lo tomó muy en serio”. Y lo mismo hizo su familia. “No simplemente entendimos su pasión, sino que intentamos hablar con las personas que conocíamos para que se le abrieran oportunidades. Eso supuso hacer bastantes sacrificios a nivel familiar. Por ejemplo, no poder irnos de vacaciones en Semana Santa porque había que ir a un torneo. O tener que llevar al chico al fútbol todas las tardes. Son muchas las cosas a las que hay que renunciar“.
“Siempre le apoyamos, pero nunca le metimos presión. el día que perdía era cuando más le animábamos”
El éxito de David ha sido, pues, un trabajo de equipo. La pasión incondicional del joven cancerbero y sus ganas de llegar a lo más alto fueron el elemento determinante de esta bonita historia de superación personal, pero también otras personas contribuyeron al éxito del hoy portero del Getafe. Por supuesto lo hizo su familia, que siempre estuvo allí. Pero también lo hicieron los entrenadores que David encontró a lo largo de su etapa formativa. Y lo mismo puede decirse de los técnicos que decidieron darle una oportunidad en sus equipos.
Pero todo eso aún no es suficiente. “El talento siempre tiene que ir unido a la suerte”, asegura Rafael, porque “solo con el talento no llegas a ningún sitio”. Eso sí, a la suerte hay que ayudarla. “Vi a muchos compañeros de David que de pequeños apuntaban bien, pero que al final no consiguieron llegar al fútbol profesional. Algunos porque no querían sacrificarse. Otros porque se lesionaban mucho y acabaron dejándolo. Y muchos por la presión de sus familias. Hay padres que insisten demasiado, incluso cuando el niño tiene apenas 7 años. Yo nunca le metí presión a David, nunca jamás. Simplemente le decía que tenía que aprovechar el tiempo. Pero nada de presión. El día que perdía era el día que más lo animaba: ‘No pasa nada, David… No pasa nada. Hoy has estado perfecto’“.