La revolución del césped artificial

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El césped artificial ya no está en fase de pruebas. Tras décadas de experimentación y desarrollo tecnológico, hoy está claro que los campos sintéticos han llegado para quedarse. Y para pasar a la Historia como unos de los mayores protagonistas en el proceso de democratización del fútbol.

Sólo hace falta dar una vuelta por una ciudad cualquiera de España para darse cuenta de lo que representa el césped artificial en el fútbol actual. Donde antes estaban campos de tierra sin trazas de hierba, ahora reluce un verde brillante que parece resistir impasible los embates del tiempo. Gracias a tecnologías y materiales de última generación, la revolución de la fibra plástica permite hoy a cada vez más equipos dotarse de excelentes terrenos de juego a precios razonables.

Instalar un campo de este tipo es bastante más barato que hace 20 ó 30 años“, explica Gabriel Rodríguez, gestor de patrimonio de la Fundación Marcet: “En la década de los 80 podía ser una inversión brutal. Ahora sigue siendo una gasto importante, pero no tiene nada que ver con los precios de entonces. Y, sobre todo, hoy el césped artificial es una muy buena inversión”.

Las razones son sencillas. “El césped natural se puede utilizar como mucho un par de horas al día, o incluso menos. Darle un uso mayor significa convertirlo poco a poco en un patatal”, señala Rodríguez: “Nuestras instalaciones funcionan entre 8 y 10 horas diarias, lo cual hace totalmente inviable la instalación de hierba natural”.

Así, el césped sintético ha ido sustituyendo poco a poco a casi todos los campos de tierra, mientras el natural se ha convertido cada vez más en una opción solamente apta para equipos profesionales de primera línea. Prácticamente un producto de lujo, al alcance de clubes que pueden permitirse dejar sus instalaciones inutilizadas durante el 90% del tiempo. Una opción por la que cada vez apuestan menos equipos, sobre todo teniendo en cuenta que el césped artificial se va pareciendo cada vez más al natural.

Los campos sintéticos ya son casi imprescindibles en países con climas muy fríos y lluviosos. No sólo en Rusia, Suecia o Noruega, donde los clubes profesionales ya los utilizan en sus estadios. También en Escocia, donde son cada vez más las voces que defienden la instalación de este tipo de campos. “Es la mejor opción, porque en Glasgow es prácticamente imposible mantener un césped natural en perfectas condiciones”, aseguró recientemente Ronny Deila. Durante su etapa como entrenador del Celtic, el técnico noruego se mostró partidario de instalar un pavimento sintético en los estadios de la Premier League Escocesa. “Si quieres desarrollar talento debes poder contar con una superficie regular. Sólo así puedes levantar los ojos y buscar un buen pase en lugar de estar continuamente pendiente de si la pelota te rebota en el pie por las irregularidades del terreno”, señaló en una entrevista a ‘The Telegraph‘.

Ronny Delia

Las palabras de Deila escandalizaron a buena parte del fútbol escocés, pero no fueron pronunciadas en un momento cualquiera, sino después de un invierno particularmente nefasto que obligó a posponer muchos partidos de la Premier League precisamente a causa del deterioro de los campos. Tampoco el Hampden Park, estadio de la Selección escocesa, parece poder aguantar las adversidades del clima, tanto que su césped natural ha tenido que ser sustituido cuatro veces en los últimos siete años.

En la vecina Inglaterra, la mayoría de los estadios de la Premier League ya cuenta con céspedes híbridos, en los que unas fibras plásticas se adhieren a la hierba natural sembrada en las canchas. Pero en otras latitudes, clubes de Primera y Segunda División ya han optado por una opción 100% sintética con el visto bueno de la UEFA. Es el caso del Novara Calcio en Italia, el BSC Young Boys y el Neuchâtel XFC en Suiza, el Red Bull de Salzburgo en Austria o el Boavista FC en Portugal, aunque el equipo luso recibió la orden de volver al césped natural en la temporada 2015-16, después de que otros clubes -liderados por el FC Porto– se negaran a jugar sobre hierba artificial. Una prueba de que los campos sintéticos todavía levantan ampollas y generan debates allá donde se instalen.

“Aún no hemos conseguido que las sensaciones del deportista sean exactamente iguales, pero se ha avanzado mucho”, comenta Ángel González, ingeniero de Naturf, una de las compañías líderes en este sector: “A la hora de diseñar un césped artificial es fundamental tener en cuenta las sensaciones que percibe el deportista, tal como la absorción del impacto, la restitución de energía, la rodadura y el bote del balón, la resistencia a la rotación… Hoy podemos conseguir que estos parámetros sean muy semejantes a los de un campo natural“.

“En la actualidad se ha llegado casi a igualar el césped natural en cuanto a densidad, presión y espesor”, confirma Carlos Mendoza. Según el catedrático de Preparación Física en la Universidad del Fútbol Marcet, el riesgo de lesiones en un campo artificial ha bajado sensiblemente en los últimos años: “Antes se daban muchas distensiones de ligamentos cruzados, porque al frenar no había desplazamiento del pie sobre el terreno y las articulaciones sufrían al absorber todo lo que no podía absorber el piso. Pero ahora es suficiente trabajar bien el calentamiento para prevenir con eficacia este tipo de problema”.

Además, las empresas de ropa deportiva han empezado a diseñar botas capaces de prevenir este tipo de lesiones. “Hay varios tipos de tacos, de distintas densidades“, explica Mendoza: “En todo caso nunca se trata de los ocho tacos que se pueden utilizar en un campo natural durante un día de lluvia con barro. Las botas para césped sintético siempre tienen más cantidad de tacos, porque están diseñadas para un tipo de pavimento más homogéneo”.

Una de las grandes ventajas del terreno artificial es precisamente su regularidad. En hierba natural la pisada es más aleatoria, porque el pavimento se mueve mucho más y tiende a hundirse en determinadas zonas, mientras que un buen césped artificial siempre destaca por su homogeneidad. Una característica fundamental a la hora de prevenir lesiones.

Eso no significa que los campos sintéticos no necesiten mantenimiento. “Siempre hay que realizar unas labores específicas de conservación“, asegura González. El ingeniero de Naturf indica que es conveniente mojar la cancha antes de la entrada de los jugadores: “El agua disminuye la temperatura, actúa como lubricante reduciendo la abrasividad, minimiza los riesgos de fibrilación y también sirve para limpiar el césped. En invierno y en zonas húmedas no es necesario su uso; en verano y en lugares secos es imprescindible”.

Pero los cuidados de un campo sintético van más allá del riego. “Es importantísimo que cada semana se haga una revisión y se lleve a cabo un cepillado para que la fibra siga en pie”, explica Rodríguez. “Además, cada tres meses hay que realizar un mantenimiento más a fondo. En la Fundación Marcet lo hacemos contratando una empresa externa que se encarga de repartir el caucho por todo el campo, analizar que las líneas blancas no se hayan despegado y que las fibras no se hayan roto”.

Las labores de conservación son fundamentales para alargar la vida del césped. Un campo bien cuidado puede durar unos ocho o diez años en perfectas condiciones, dependiendo también del clima y, sobre todo, de la calidad del filamento que se decide instalar. En este sentido la unidad de medida de referencia es el decitex (dtex), que expresa la densidad o la masa lineal de una determinada fibra. La mayoría de los céspedes que se instalan en la actualidad suelen tener 12.000 o 16.000 decitex. Cuántos más, más fibra y más resistencia.

Además del filamento, hay otros elementos que hay que tener en cuenta a la hora de valorar la calidad de este tipo de superficie. La fibra sólo es la capa más superficial y, precisamente por eso, esconde lo que está por debajo: las bolitas de caucho y, aun más en profundidad, la arena de sílice. “Estas capas son las que amortiguan y que tienen que mantener su nivel para que las propiedades de absorción del impacto y de restitución de energías sean constantes”, explica González.

¿Cómo es el césped artificial?

“Para valorar un césped sintético en su conjunto se utiliza el Test Lisport, que mide el desgaste originado por unos cilindros con tacos que simulan la pisada del futbolista. La FIFA requiere que un césped resista como mínimo unos 20.200 ciclos, que corresponden a unos 5 años de durabilidad. El modelo que instalamos en la Fundación Marcet llega hasta los 100.000 ciclos“.

De la calidad depende el precio, que suele estar entre los 26€ y los 50€ al m², según detalla Rodríguez: “A eso hay que añadir los costes de mantenimiento, que suben en caso de que sea necesario contratar una empresa externa y podrían rondar los 4.000€/5.000€ cada tres meses”. Unas inversiones importantes, pero de amortización segura. Y de elección obligatoria para campos que se utilicen más de dos horas al día. Es decir, la inmensa mayoría.

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