Entrenar compitiendo: la mayéutica del fútbol

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Si un jugador no piensa, es esclavo de sus carencias. Para llegar a la libertad ha de aprender a encontrar soluciones dentro de sí mismo.

Aprender no significa recibir los conocimientos desde el exterior, sino despertar lo que está latente dentro de nosotros. El principio de la mayéutica de Sócrates, uno de los mayores legados de la filosofía griega, sigue vigente a día hoy. Y tiene aplicaciones en el deporte. Porque un jugador inteligente es el que sabe encontrar en sí mismo la solución a los problemas que tiene que afrontar en el terreno de juego. El entrenador puede y debe guiarle en el camino, pero es el alumno el que tiene que ‘parir’ sus conocimientos.

En su constante investigación hacia un fútbol cada vez más inteligente, Marcet adopta y reinterpreta el principio socrático como uno de los pilares de su metodología. “Estamos acostumbrados a que un jugador siempre reciba el estímulo de un entrenador”, explica Abdenour Zrini Chatou, responsable del Departamento de Metodología Marcet. “Pero nuestro objetivo no es que un técnico siga rectificando lo que hace el alumno. Lo que buscamos es que el jugador mismo detecte sus errores e intente modificar su toma de decisiones a través de la competición”.

Abdenour Zrini organiza los ránkings durante una sesión de entrenamiento en Aranda de Duero.
Abdenour Zrini organiza los ránkings durante una sesión de entrenamiento en Aranda de Duero.

¿Por qué la competición? “El tener que competir también durante los entrenamientos favorece que los alumnos siempre estén activados, y eso tiene transferencias positivas de cara a los partidos del fin de semana”, añade Zrini. “La forma de incrementar la intensidad de un determinado jugador es que se mida a sus compañeros en un concurso”.

La propia mayéutica socrática se puede interpretar como una suerte de competición entre maestro y alumno. Es gracias a las preguntas y las provocaciones dialécticas del primero que el segundo llega al conocimiento. De ahí que mayéutica y competición se mezclen tan bien. Son los dos ingredientes fundamentales para formar alumnos inteligentes. Porque si un jugador no piensa, es esclavo de sus carencias. Pero si aprende a desarrollar su inteligencia en el terreno de juego, entonces llega a la libertad. Y un jugador es libre cuando es capaz de hacer en todo momento lo que quiera en el campo.

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